Técnicas de relajación
El entrenamiento en relajación se utiliza a menudo como parte de la terapia cognitivo-conductual para el tratamiento del dolor de cabeza y del dolor crónico. El dolor puede producir tensiones tanto fisiológicas como emocionales, que juntas alimentan un ciclo y dan lugar a una mayor percepción del dolor y provocan la modificación de la fisiología del cuerpo de forma que aumenta el dolor (como la tensión muscular o el espasmo y la constricción de los vasos sanguíneos).
El entrenamiento en relajación se centra en tomar conciencia de la tensión en la mente y el cuerpo. A continuación, se utilizan métodos de relajación sistemática (como la respiración diafragmática, la relajación muscular progresiva o las imágenes guiadas) para reducir la tensión y cambiar la percepción del dolor físico.
La base de todas las técnicas de relajación es la respiración diafragmática. Cuando estamos completamente dormidos o relajados, respiramos correctamente. Nuestro abdomen se expande al inhalar y se contrae al exhalar. Muchos de nosotros restringimos nuestra respiración a la parte superior del pecho cuando estamos despiertos o bajo estrés. A menudo ayuda repetir una palabra relajante, como «calma» o «tranquilidad». Las personas deben limitar el ritmo de la respiración a 6 u 8 respiraciones por minuto.
Cómo relajarse
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Amy Morin, LCSW, es la editora en jefe de Verywell Mind. También es psicoterapeuta, autora del bestseller «13 Things Mentally Strong People Don’t Do» (13 cosas que no hacen las personas mentalmente fuertes) y presentadora del podcast The Verywell Mind.
Controlar el estrés es esencial para la salud física y mental. El estrés puede afectar seriamente a su bienestar, por lo que encontrar formas de mantener bajos los niveles de estrés puede tener beneficios que resuenan a lo largo de toda su vida.
A la inversa, relajar el cuerpo físicamente puede ayudar a aliviar el estrés psicológico, y relajar la mente puede ayudar a relajarse físicamente y a liberar la tensión en el cuerpo. Cuando la respuesta al estrés ya no se desencadena, resulta mucho más fácil afrontar los retos de forma proactiva y pacífica.
Material de relajación
El yoga tiene cinco componentes principales: posturas, ejercicios de respiración (pranayama), relajación (savasana), concentración (Dharana) y meditación (dhyana). Cada componente fortalece al practicante de diferentes maneras.
Según el Yoga Journal, los estadounidenses que practicaban yoga pasaron de 20 millones en 2012 a 36,7 millones en 2016. El yoga ya no es solo para los locos de la salud y los espiritualistas. Ha llegado a quienes buscan una forma de relajarse y aliviar el estrés, por lo que podemos ver una evolución constante en los estilos de yoga.
Con la creciente popularidad del yoga, muchas personas lo practican a diario. La gente toma clases en estudios locales, gimnasios o en sus casas. Sea cual sea el lugar que elijas para practicar yoga, te beneficiarás.
Es muy fácil practicar yoga en casa o en la oficina. El yoga no requiere un espacio amplio ni un equipo complejo. Todo lo que necesitas es un poco de espacio, algunos equipos esenciales y, por supuesto, la determinación de hacer yoga con regularidad.
Es cierto que es más fácil aprender yoga cuando tienes un profesor o te apuntas a clases de yoga. Sin embargo, si no tienes acceso a uno o buscas practicar por tu cuenta, es factible. Hay algunas cosas que debes tener en cuenta.
Ejercicio de relajación
La necesidad de una forma eficaz de gestionar nuestra salud mental nunca ha estado más presente. Teniendo esto en cuenta, la ciencia y las principales organizaciones sanitarias, como el Instituto Nacional de Salud Mental -la mayor organización científica y de investigación en salud mental del mundo-, han recurrido a técnicas ancestrales para explorar lo que pueden ofrecernos en los tiempos modernos. La atención plena es una forma de entrenar al cerebro para que atienda a lo que queremos que atienda, estando completamente presente y experimentando el momento sin juzgar, analizar o necesitar cambiar nada. Parece fácil, pero los seres humanos tendemos a preocuparnos por el futuro o a rumiar el pasado con una facilidad espectacular, por lo que permanecer en el presente puede requerir un poco de práctica.
Si aprendemos a involucrarnos plenamente con nuestra experiencia -lo que vemos, oímos, tocamos, saboreamos, pensamos y sentimos, la persona con la que hablamos, la comida que comemos, la piel que llevamos, el paseo que hacemos-, sacamos más partido a la vida. Aceptamos en lugar de juzgar. Nos damos cuenta en lugar de darlo por sentado. Disfrutamos de los placeres que tenemos delante y que pasamos por alto con demasiada frecuencia, y nos volvemos mejores a la hora de afrontar las cosas que van mal.